Gran Cafe Santander
Dirección creativa:
Sandra Tarruella Interioristas
Responsable:
Elsa Noms
Colaboradores:
Núria Martinez, Ricard Trenchs
Superficie:
398 m2
Cliente: Grupo Cañadio
Fotografo: Salva Lopez
Los empresarios cántabros Carlos Crespo y Paco Quirós del Grupo Cañadio, encargan a Sandra Tarruella Interioristas el diseño de su nuevo restaurante en Madrid después de La Bien Aparecida y La Primera.
Después del cierre de la mítica Cafetería Santander con 52 años de recorrido como un lugar icónico de Madrid, se ha querido convertir la esencia del antiguo local en “la primera cafetería de Madrid puesta al día” ahora llamada el Gran Café Santander.
El local ubicado en un edificio en la Plaza Santa Barbara con Sagasta en Alonso Martinez con entrada por la esquina, quiere que la primera impresión sea que los clientes recuerden el ambiente del antiguo café, manteniendo guiños de cuando abrió con la estética de los años 70.
El espacio en forma de L abierto a dos grandes fachadas de bloque de piedra, con grandes ventanales con carpinterías de hierro que se pliegan y se abren al exterior convirtiéndose en un aparador. Todos los huecos de fachada se diseñan de vidrio a toda la altura para permitir la máxima entrada de luz y se visten con toldos en color caldero, como color referencia al antiguo rótulo que no pudo mantenerse por normativa.
Por delante de estos huecos se diseñan bancos de piel con respaldos ligeros para no sacar visuales y ver al máximo el movimiento de gente en el interior. En frente, siendo la zona más estrecha del local se desmonta la barra existente y se construye de nuevo manteniendo la ubicación y el aspecto retro de la anterior. Esta nueva barra, se diseña con los extremos en formas redondeadas típicas de esa época, con el sobre en madera de nogal y el frontal de polipiel en color verde oscuro, acompañada por unas lámparas colgantes de cristal y latón; un punto de vida donde los clientes que se sientan en los taburetes conviven con el trajín de los camareros y la exposición de productos sobre ella.
En la pared de la trasbarra, el estudio de interiorismo de Sandra Tarruella, junto con Elsa Noms, Núria Martínez y Ricard Trenchs han diseñado una composición de baldosas en verde oliva fabricadas artesanalmente en exclusiva para este proyecto, convirtiéndose en el centro de atención tanto desde el interior del local como desde la calle.
El restaurante se ha pensado para que pueda funcionar durante todo el día; Por la mañana se expondrán los desayunos, y las mesas cuadradas de fórmica en la zona de los bancos estarán sin mantel durante el día y por la noche se vestirán con mantel para dar un ambiente más íntimo y sofisticado.
Toman mucha importancia los materiales utilizados como pavimentos y revestimientos incidiendo en esa época. Se decide poner terrazzo en colores neutros en el suelo y las paredes se forran con paneles de fibras naturales en tonos tostados y listones verticales de nogal, marcando unos despieces que luego se decoran con cuadros con imágenes en blanco y negro del bullicio de los restaurantes del grupo Cañadio. También en una zona, unos grandes apliques de brazo de Le Corbusier dan luz focal sobre las mesas de nogal ovaladas con tres grandes bancos hechos en formas curvas forrados de piel testa di moro.
La pared del fondo del local se forra con rastreles verticales de nogal que recorren los muros existentes en formas curvas que esconde la puerta del office y la cava de vinos. Estos listones de madera se convierten en barandilla al bajar a la planta sótano, fusionando las dos plantas.
En la parte central de la sala se quiso crear una zona con mesas redondas para grupos, diferenciándose del resto del local a través del pavimento, se diseña una alfombra de mosaicos de piezas pequeñas de mármol blanco y negro. Un baile de lámparas colgantes decoran y reducen la altura de esta área, en formas redondas y detalles de latón.
En la antigua cafetería, el elemento más reconocible desde la calle era la gran marquesina de lamas de madera con un remate de inox donde se apoyaban unas grandes letras de luz en color naranja. Debido a las nuevas normativas fue imposible mantener este elemento e integrarlo en el nuevo proyecto, por lo que se optó por crear en el techo interior una franja estrecha en voladizo de nogal, recordando a esa marquesina. También se restauran cuidadosamente las letras naranjas de la Cafetería Santander queriendo evitar que este símbolo se pierda en el olvido, y se recolocan en la pared de la escalera que baja al sótano, donde se encuentran los aseos, el reservado y la cocina. Toda la construcción y dirección de obra ha sido a cargo del equipo Zooco.
En el reservado ubicado en la planta sótano, se ha querido crear un ambiente distinto al resto, más oscuro e íntimo. Por ello, se ha proyectado el espacio como una caja entera en azul marino dando textura y rompiendo la homogeneidad, con el pavimento de moqueta, una pared de baldosa mate azul marino de Mutina y el resto de las paredes y el techo a tono.
La cocina que se comunica con el reservado a través de una gran ventana permite ver cómo trabajan los cocineros. Si se quiere dar intimidad al reservado se puede cerrar el espacio a través de una pesada cortina de terciopelo azul a tono con las paredes que rodean la sala.
Una gran lámpara en forma de móvil como una instalación de la marca Venicem, aporta toques de brillo y luz sobre la gran mesa ovalada de mármol blanco. Unas confortables sillas de madera y piel camel rodean la mesa y aportan calidez como contrapunto para que sea un espacio acogedor. También se da un guiño a la ciudad de Santander, diseñando una maqueta que representa la topografía de la costa de la ciudad, aportando luz y sofisticación al reservado.
En el resto de los espacios como el vestíbulo delante el reservado, los baños con espacio de tocador, se siguen inspirando en los años 70 de manera elegante. Por ejemplo, en los detalles de los espejos con cantos redondeados, el puf con tela tipo tweed en tonos marrones en el tocador y los apliques cilíndricos estilo retro de Oluce , son guiños de esa época.
También se hace la dirección creativa de los uniformes, tipo peto típica de las ropas de esa época, en tonos azul marino y verde como los materiales de la barra y el reservado y combinándose con la corbata y la camisa los hacen más elegantes y corporativos. También la grafica realizada con el equipo Mandaruixa que diseñan, entre otros, el logotipo basándose en la forma oval prolongada de la larga barra.